Identificamos como“artivismo”a esa forma de reivindicación y protesta creativa que hace uso de las herramientas que pone a su disposición el arte para enfrentarse, documentar y denunciar las diferentes formas de opresión que inundan nuestra sociedad.

El concepto “artivismo” nace a finales de los años 80 para agrupar aquellas actividades que desarrollaban diferentes colectivos con el fin de, no solo hacer reflexionar al público, sino también animarle e invitarle a ser parte activa en la reivindicación que se llevaba a cabo.

Nacía oficialmente así una nueva vertiente artística que basaba su actividad en un compromiso político y social que estaba vinculado a la actualidad más inmediata, convirtiéndose en una forma de expresión personal y colectiva que derivaba en una contundente y comprometida protesta creativa.

Pero esta forma de expresión, etiquetada oficialmente en los 80, ha estado presente a lo largo de toda la historia del arte, ya que el artista, hasta la llegada de la cámara de fotos, era el encargado de documentar con sus herramientas todo tipo de guerras, injusticias o tiranías. Denunciando con su obra, muchas veces de forma subliminal, todas esas formas de opresión que sometían al pueblo.

Multitud de artistas han utilizado su obra para denunciar e invitar al espectador a reflexionar sobre sus privilegios, ideales o hábitos de consumo, usandosu talento para convertirlo en una herramienta más a disposición de los más desfavorecidos.

Tristes guerras
si no es amor la empresa.

Tristes. Tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.

Tristes. Tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.

Tristes. Tristes.

Así nos enfrentaba Miguel Hernández al horror de una misma guerra que Pablo Picasso nos retrató en una de las obras más importantes y comprometidas de la historia del arte; “El Guernica”.

Este cuadro nos hace viajar al 26 de abril de 1937, en el momento en el que la población vasca de Guernica es bombardeada por la Legión Cóndor alemana y la Aviazione Legionaria italiana.

Picasso pintó este cuadro en el exilio y años después, en una entrevista, describió de manera sublime ese papel protagonista que se le debe exigir al artista ante las diferentes formas de opresión que nos rodean:

“El artista es un ser político consciente de los acontecimientos (desoladores, de actualidad o placenteros) que ocurren en el mundo y reacciona ante ellos (…) No, la pintura no existe sólo para decorar las paredes de las casas. Es un arma que sirve para atacar al enemigo y para defenderse de él”.

Y así ha sido. A lo largo de la historia han sido muchísimos los que han utilizado su obra como herramienta de denuncia. Desde Francisco de Goyacon su serie “los desastres de la guerra” hace más de 200 años, hasta los grafitis que han convertido en un altavoz de indignación y denuncia el muro de la vergüenza que Israel ha construido en Palestina, que separa a miles de familias y que es un horrible símbolo de la opresión a la que este pueblo es sometido.

Y es justo pararse aquí para reconocer que, dentro del arte más comprometido en los últimos años, uno de sus mayores protagonistas ha sido el artista urbano. Aquel que ha sabido llevar el arte y la denuncia a su origen; la calle. Haciendo que su obra vuelva al barrio, al gueto, a los muros de aquellos que sufren ese mismo sistema opresor que él está retratando.

Por eso el muro de la ciudad palestina de Belén es un claro ejemplo de cómo el arte ha sido, es y debe ser una herramienta importantísima que utilicemos para que el mundo conozca, reflexione y actúe contra una determinada forma de opresión.

En él, artistas palestinos y del resto del mundo(como el famosísimo Banksy) han convertido los cientos de kilómetros que recorre, en un enorme lienzo que homenajea la resistencia del pueblo palestino y que denuncia una ocupación sionista que crece día tras día avalada por una comunidad internacional que vive de espaldas a este horror.

Y en el activismo antiespecista ¿Qué puede hacer el arte por los animales?

El especismo es una forma más de discriminación que está basada en el abuso y la explotación que ejerce la especie humana sobre cualquier otra especie animal.

El activismo antiespecista defiende y lucha para que todos los animales tengan una serie de derechos básicos tales como son el derecho a la libertad, a la vida y al disfrute de la misma. Denunciando y condenando cualquier forma de maltrato, privación de libertad y explotación.

Es ahí donde tiene un papel muy importante el artista, ya que puede hacer que su obra se convierta en un enorme altavoz. De la misma manera que tiene la posibilidad de poder explicar de forma rápida y sencilla términos tan complejos para mucha gente como “especismo” o “antropocrentrismo”.

Podemos entender fácilmente todo esto poniéndonos frente a una de las obras del artista polaco PawelKuczynski, ya que solo necesitamos un par de segundos delante de ella para entender todos los conceptos que componen el especismo.

La obra se convierte en un espejo en el que se reflejan los fantasmas de nuestro consumo y nuestra opresión. Desnuda miserias del especismo tales como el reparto de privilegios que cada sociedad ofrece o arrebata a cada animal o la hipocresía que supone sentir como propio el dolor de, por ejemplo, perros o gatos y despreciar el que sienten otros animales como cerdos o vacas, obviando que todos ellos tienen exactamente la misma capacidad de sentir dolor.

Como ante cualquier obra de arte, es muy importante que dediquemos varios minutos a digerir aquello que se está contando en ella. Y ante este trabajo de Kuczynski no podemos sentir otra cosa que no sea desolación e injusticia. Y eso mismo es lo que él pretende, convertir su trabajo en una invitación a la reflexión, a la autocrítica y, sobre todo, al cambio de hábitos.

Entendamos que el capitalismo es un monstruo que convierte en adorable y amigable todo lo que toca, ocultando la horrible realidad bajo una gruesa capa de maquillaje.

Tenemos empresas de explotación invirtiendo en millonarias campañas publicitarias que nos cuentan que sus vacas o cerdos viven plácidamente en sus instalaciones, otras que se presentan al consumidor con logotipos de animales sonrientes, zoológicos que se venden como el hogar feliz de cientos de especies, o cromañones que defienden que un toro no sufre dolor después de atravesarle el cuerpo con estoques y banderillas.

Ante todo ello el artista debe posicionarse y convertirse en esa réplica que retrata la verdadera realidad, destapando los horrores que se esconden detrás de nuestro plato, nuestra ropa, nuestros cosméticos o nuestro ocio, entre muchísimas otras cosas. Porque hoy en día, gracias a internet y las redes sociales, el artista tiene la posibilidad de denunciar todas estas formas de opresión y hacer que su obra dé la vuelta al mundo. Convirtiéndose en un bofetón de realidad para muchísima gente. Haciendo que millones de personas reflexionen y puedan llegar a reaccionar, tomar decisiones y, lo que es mejor, unirse a la lucha. Y, ante esta posibilidad que se nos ha abierto, el artista debe entender que tiene la obligación moral y social de poner su talento y su trabajo a disposición de los más vulnerables.